MIS BORRADORES
MONSIEUR JAMES
RADIO PIANO BAR
07 junio, 2012
¡OH JUDAH!
El rocío no es más que humedad de madrugada,
es la noche que jubila y se prosterna
ante la lluvia de la luz y las estrellas.
JAIME LEÓN
¡OH JUDAH!
¿Cómo ruge el león que llevas dentro?
Sino tal un mamífero y carnívoro
¡Que se quiere mamar todos los pechos,
que se quiere coger la carne ardida!
¡OH Cameron de prominente estatua!
Que se tiene erguida, fiera y quieta
desnuda la piedra una mujer de seda
en la plaza de tu ciudad bermeja.
Ante tu sed de transeúnte indómito
la miras con ojos náufragos de deseos
y la haces tuya con mística lasciva.
Embriagado de soeces versos
quisieras penetrarla a fuerza viva
borracho de quimeras y de olvidos.
No amigo, es en vano, ¡No es ella!
la que admiras ni la que amas,
esa piedra que domina tu ceguera
no es más que una visión de noche oscura.
Levanta tus ojos al cielo
soberbios de tristezas y locura
¿Quién te dice que el amor no te sonríe
con el guiño de una estrella desde el cielo.
Derechos Reservados © Monsieur James
NOSTALGIAS LLAMAN NOSTALGÍAS
De la obra "EL PUTA MADRE"
Tenía en mi mesa de trabajo un sinnúmero de hojas y pergaminos escritos con los que aún pretendo conformar un todo. Seguían un orden en el desorden de mis recuerdos y buscaba necesariamente el texto la que me permita el empujón para iniciar, posiblemente, el que fuere mi último sueño literario.
No sabía si comenzar por lo último escrito, y luego volver al inicio. Lo digo porque una novela, recuerdo de la que todos hablaban como el mejor best sellers de la época, no terminaba de prenderme, hasta que por cansancio, se me ocurrió empezar por el último capítulo. Mis amigos escritores tenían razón. La novela en cuestión resultó cautivante y el final, realmente para leerlo varias veces.
En eso estaba, releyendo casi al azar y de pronto mis ojos se vuelven a una frase que me llamó la atención y casi había olvidado…
…caía la tarde en esa terraza y aunque todo parecía ajeno, sin embargo la nostalgia parecía obligarnos a mi comadre y a mí, buscar en algún lugar ese algo que nos aproximara del terruño del que nos habían obligado a migrar. La búsqueda no tardó en llegar, lo que en general no cambia en el universo de los hombres es ese cielo que carga con la luna y el sol y en cuyas noches, se pinta de estrellas.
Era dura la tarde, pesaba la nostalgia y esa lágrima que parece secarse antes de nacer, se convirtió, sin darnos cuenta en un abrazo tierno, un beso en el pelo y mientras esperábamos a nuestras parejas que trabajaban en el hotel, con imagen de un Castillo, tomados de la mano, nos pusimos a caminar y a llenarnos los pulmones de suspiros puramente melancólicos.
Casi, sin querer nos dimos cuenta que nuestra melancólica solidaridad nos había acercado un poco más de lo conveniente… Creo que nos desprendimos sin muchos deseos, pero menester era el hecho de volver a la horrible y cruenta realidad.
En el mismo momento nuestras parejas, salían del Castillo Hotel y venían, como era la costumbre, a nuestro encuentro…
Luego de recoger los niños de la guardería generalmente terminábamos comiendo juntos indistintamente en uno u otro departamento que por fortuna se encontraban en el mismo bloque o edificio.
Los primeros días de esa aventura, fueron realmente duros, había que luchar con el idioma, la cultura, y el maldito trabajo del que no podíamos eximirnos por más que la fatiga a veces nos hiciera vulnerables y quisiéramos mandar todo al carajo.
Ese día en particular, de todas maneras algo iba a cambiar en nuestras vidas. Nada que tuviera que ver con la rutina laboral, por supuesto, sino en esa familiaridad con que la tarde en aquella terraza nos había melancolizado el alma, si la de comadre y la mía. No pude evitar un dulce cosquilleo al tiempo de un extraño sentir.
Al día siguiente, era mi comadre la que me recogía del restorán en donde lavaba la vajilla y desde allí nos dirigíamos a buscar a nuestras respectivas parejas.
Drechos Reservados © Monsieur James
MI NACIENTE PRIMERA VEZ
(Extracto de la obra en curso El Puta Madre)
Me dirigí, como era ya costumbre en mis afanes cotidianos, al baño de servicio, que contaba simplemente con una ducha y el infaltable guater. Tiré los calzoncillos a la entrada de la puerta y abrí el chorro de agua fría. Me encantaba despertar de esta manera, me hacía resentir todas las energías que el cuerpo había recuperado luego del sueño de la noche. No me fijé realmente que me había levantado una hora antes de lo acostumbrado, sino cuando siento los pasos de Aída, presta también a tomar su ducha, aquí en el baño de servicio. Yo estaba ya en el secado y al sentirla un cosquilleo bastante agradable me recorrió el cuerpo. Nervios, ansiedad repentina, curiosidad de improviso, cómo se llame el momento, lo cierto es que todo sirvió para alterar de tal modo mi tranquila ducha diaria, que me quedé inmóvil y silencioso esperando el atractivo desenlace que se anunciaba.
Era evidente que la niña al sorprenderme simplemente con la toalla, que a propósito secaba mi encanto masculino —pensé yo— emitiría una sonora exclamación. !No! no necesariamente por mi desnudez ni por mi atributo, simplemente por que ella también se presentaría casi desnuda y dormitando todavía de manera a enfrentar los quehaceres propios de su trabajo. Al verme sólo atino a taparse sus incipientes senos al tiempo que yo le hacía señas de no emitir grito alguno con un desesperado y silencioso shissssssssss.
Mi sorpresa se acrecentó cuando la diablilla, no sólo no emitió ruido alguno, sino dejó caer sus manitos y se desprendió sus modestos calzoncitos y se metió a la ducha mirándome de sus ojitos reidores y casi rozando mi ya durísima y cristalina realidad.
En ese insoportable interno, sin saber si agarrarla y con altanero machismo hacerla mía en los segundos que seguían, me repetí las herejías mas altisonantes de mi ordinaria y mortal humanidad. Ella podía reírse, mofarse incluso, sabía que la responsabilidad era exclusivamente mía y no hacía nada por mejorar mi mórbido inmovilismo. Al contrario empezó a jabonarse con una precaria sensualidad. Mi desatino fue total y mi toalla, única protección a mi inalterado pudor se fue al suelo.
De forma instantánea quise retirarme, huir despavorido pero estaba paralizado. Era primera vez que tenía ante mis ojos un cuerpo desnudo que mis ojos recorrían en tres direcciones veloces, sus ojos, sus senos y su pubis.
Con el agua fría sus nacientes mamas endurecieron unos diminutos botoncitos que empezó entre a lavar y a acariciar al mismo tiempo.
El terror de la aparición de mi madre, de mi padre fue más poderoso que mi alborotada naturaleza, por lo que le supliqué que esperáramos el momento oportuno. Ella se sonrío y me aprobó con la mejor de sus sonrisas. Rocé sus botones y me los llevé a la boca, para cerciorarme que el lenguaje hasta allí gestual obedeciera exactamente a lo que nos proponíamos.
Subí hasta mi cuarto, en el momento que mi padre ya empezaba a dar las primeras señales de otro despertar que ya empezaba a ser laborioso.
Al saberme bastante adelantado a mis horarios habituales, una vez que me vestí bajé a la primera planta y con un libro en la mano salí a la calle con la idea de estudiar. La mañana era aún cálida esos primeros días de marzo.
No pude concentrarme, fue inútil intentarlo, la dulce más que sensual imagen de Aída se me repetía sin cese en mi alborotada cabeza. Tanto era mi desequilibrio emocional, que estaba seguro que debía volver a ducharme.
Al volver de la calle, mi padre me miró felizmente sorprendido pero no dijo nada, no así mi madre que preguntó bastante sorprendida —Y tú? Afortunadamente no alcancé a responder puesto que aparecía Aída con el desayuno y al mismo tiempo preguntaba —¿Va a desayunar don Jaimito?. Si (mijita rica) Aída, por supuesto, puedes servirme mientras me lavo las manos.
Pasaron los días y la oportunidades no se daban, incluso la cosa parecía enfriarse por sus propios méritos y hasta llegué a pensar que no había pasado de una inexplicable casualidad.
El momento, sin embargo, me siguió incansablemente y terminaba como todas las excitaciones juveniles. Me estaba dando una rabia y crecía con ella la maldita impotencia de no tener el poder de decidir, ni de hablarle, ni casi de mirarla de nuevo a sus ojitos.
….
Tres o cuatro semanas habían transcurrido y ya pensaba olvidarme del asunto, justo en el momento en que se me produce un fuerte dolor de estómago. Salgo de mi pieza y me dirijo al baño principal que rodeaba los cuatro dormitorios, que contaba la planta alta. Abrí la ventana y justo en ese momento percibo la diminuta figura de Aída, le hago signo con la mano y me vuelve a sonreír. Le envío un beso y ella repite el gesto de dirigirlo a sus pechos. La virilidad olvida dolores estomacales y le hago entender que me encantaría besárselos. Me dice con la mano que baje, le digo que es imposible por la cercanía del dormitorio de mis padres y por el crujido de la escalera que lleva a la planta baja. Le sigo enviando besitos y ella hace el gestual de recibirlos siempre en esos senos que me parecen un tanto creciditos. De pronto se me ilumina la testa al acordarme que en el cuarto próximo a la cocina, mi padre guarda una escalera. Ya los gestos no sirven de nada, le hago signo de esperar. Salgo del baño y el silencio es absoluto, todos duermen, de mi pieza, esforzándome de no hacer ruido, alcanzo una hoja de cuaderno y un lápiz y escribo con letras grandes… Ve a la pieza de cachureos y saca sin hacer ruido la escalera y la afirmas contra la ventana y subes.
Esperé con el alma en un hilo. Aunque el ruido era imperceptible, cada movimiento me parecía un trueno satánico. En fin, ya con la enorme escalera en su poder la dirigió a la ventana, desde allí yo la pude ayudar y no hubo ruido que delatara nuestras osadas pecaminosidades.
Aída desde abajo me pedía que yo bajara, pero era más peligroso ya que debía dejar la puerta de baño cerrada y de seguro que nos sorprenderían, en cambio si ella subía, era más fácil responder y hacer esperar si era menester, las posibles necesidades de los otros habitantes del segundo piso. Aída subió ligerita de ropas, en la misma escalera acerqué mi boca a esos botoncitos que besaba, chupaba y volvía a besar. Ella se colgó de mi cuello y se dejaba acariciar con furiosas ganas. El momento era único… It’s now or never, me dije sin dejar de entonar a Don Elvis. La tomé de sus axilas y la elevé hasta traerla a la sala de baño. Le tapé la boquita con un rico y dulce beso, y la senté dulcemente entre mis rodillas. Entre besos y suspiros ahogados la fui acercando con dulzura, como era mi naturaleza romanticona. Hablo de mi naciente primera vez, porque para mi exquisito placer Aída resultó estar intacta. Así y todo, con el fuego y la pasión desatada supe acallar los suspiros y el estallido final en un beso que no olvidaré jamás. Mi contento no tenía límites,
EVA LUNA (En homenaje a nuestra querida amiga Emna Codepi, a su generosidad, a la vida, al afán de superación y al valor de enfrentarla) con el cariño y respeto que merece.
La vi retratada en una minúscula fotografía, sin embargo su sonrisa fue una curiosa y dulce manera de fijar mis atenciones en aquella hermosa mujer, EVA LUNA, que se tejía tras su dulzura, su sonrisa y su mirada.
No me extraño en lo mínimo, lo cariñoso de su quehacer para todos sus colegas poetas y poetisas, tampoco me sorprendió que aceptara mi amistad con aquella alegría que yo ya había adivinado en sus ojos.
Lo que si, no imaginé que me quedaría revoloteando en mi entelequia, su rostro y su quehacer. Tuve la curiosidad de mirar sus fotografías y traté de leer algo de su biografía. En sus fotos percibí la tremenda mujer que se escondía en esa primera y diminuta fotografía, que me atrajo hacia ella. De su biografía no obtuve grandes informaciones, salvo lo que me llevaba al encantador mar caribe.
Quería saber más, era evidente. Deslumbrado de su porte, de su elegancia y de su aplomo, supe que se trataba sin embargo de una mujer llena de dulzura. La vi delante de un atril en posición de enorme beneplácito, pintado, escapando a la monótona realidad de las cosas.
Me alegré, estaba descubriendo una mujer un tanto diferente. Todo esto sucedía en medio del frío y la oscuridad del hemisferio en que se alojan mis huesos. Claro en Octubre había dejado los cuidados de mi madre y de pronto el diminuto departamento que compartía con ella, se me hizo enorme. Mi soledad se hizo demasiado evidente.
Supe que Eva, además era una chica que entregaba su solidaridad a muchos niños alejados de sus familias, otros huérfanos y muchos de ellos en condiciones inhumanas. La Navidad estaba cerca y ella se multiplicaba en sus quehaceres para atender a esa clientela.
De pronto mi niña desaparece misteriosamente de la Red. Fue antes de Navidad y llegué a maldecir mi suerte, pues ya me había regalado ricos besos que decía podría utilizar a discreción y hacerlos míos a mi antojo.
Me gustó este desenfado, es más empezó a enamorarme. Mi experiencia si, me obligó a no prenderme en forma desmesurada y me dije que podría obedecer a su natural forma de ver la vida. Sabemos que existe gente menos desprejuiciada que otros y que aman ejercer su propia libertad.
Me empecé a resignar, aunque buscaba su correo que le solicité casi con vehemencia antes de su desaparición, pero sin embargo no lo obtuve. Alguna razón tendría me dije y me conformé con al menos esos bellos recuerdos que había acunado en mí. Miré un tanto entristecido los adornos de mi entelequia, sin embargo sabía que allá afuera de mis sueños …la función debe continuar.
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AMOR Y PARTIDA
Sonó la hora de mi partida
Mientras para ti llegaba el amor
El cristal resbaló de mis manos
Iniciabas la marcha nupcial
Para volver a matar
Mi suerte inaudita.
No hubo lágrimas
Sobró si el alcohol
No se murió el amor
Que sigue intacto
Carcomiendo el corazón
Cada vez que eres recuerdo.
La lluvia sigue cayendo
Como diluvio de almendras
Tus ojos los sé con pena
Ibas vestida de novia
Siendo tan sólo una nena.
Yo arranqué de tu ventana
De tu puerta y de tu casa
Me hice viento, trueno y relámpago
Tus hijos se hicieron grandes
Mi alegría se hizo pequeña
Tu madre la perdí de vista
Tu tía quedó con pena
Treinta y tantos han pasado
Y yo aún te diviso
En ese infierno y paraíso
A la hora de mi partida.
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QUIERO QUE SEPAS
¿Sabes amor? eres el anaquel
donde quisiera esconder
los antojos por tu piel
y beber de tu miel
penetrando tu cuerpo entero.
Acariciarte el infinito
besarte sin cesar
esas piernas que al cruzar
enloquecen mis delirios.
Y a pesar de esta distancia…
Yo, yo te siento tan cerca
que te aseguro te rozo
pues es tal el gozo
que el imaginarte procura
que mi deseo crece
mi humedad perdura
hasta nuestra próxima entrega.
Entonces no me cierres la puerta
que me empuja a tus cuitas
recibe mis besos y mi ansiedad
deja coger tu soledad
con mi locura infinita.
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UN RECUERDO
Sentí necesidad de evocar
Aquel sarcasmo locuaz
De mis andadas.
Me sentí divertido
Atrevido y hasta facineroso
De pronto al recordar tu nombre
Surgió un silencio enorme
Y valga la redundancia
Me volví sagradamente silencioso.
Sin advertencia ni enconos
Sin enojos en mi sentencia
Me clavaron tus pupilas el pecho
Mi respiración entrecortada;
Las palabras que no te dije
Volvieron a ser blasfemias.
Y cómo no, mujer
Si al amor que te entregué
Lo cortaste a tijeras.
Pero un recuerdo es más que eso
También apareció Mélina
La mirada de Andreanne
La sonrisa de Sophie
Entonces volviendo a mí
Recuperé mi aliento.
Hoy mi vida tiene otro sentimiento
Otra razón de ser
Soy abuelo por doquier
Y vaya mujer,
Eso si que es mi contento.
Ahora solo espero
Que se conviertan en perdón
Mis blasfemias.
Te vi al pasar
Y sin poderlo evitar
Te desnudaron mis ojos.
Son insolentes con la belleza
Siempre imaginan rosas
Gardenias o gladiolos
Mas se quedan mirando sólo
La imagen que proyectan.
Esta vez se perdía el equilibrio
Y abriendo sus bocas
Con caminar y embrujo
Vislumbraron tu piel
Dulcificaron tu entorno
Y yo mudo de celestial asombro
Precipite el deseo
De recorrerte a besos.
Tú indiferente altiva y orgullosa
Atractiva y soberana
Caminaste como si nada
Te provocaran mis ojos.
Y entonces decidido salía tu encuentro
Atraje tu rostro y pretendí besarlo
Mas una lágrima asomó a tus ojos
—Soy casada por obligación—
Dijiste triste
Y debo respetar mi antojo.
No es el antojo al que se le debe respeto
Sino al amor ¡Mujer por Dios!
Reclame con fuerzas
Sin pensar que con ese cuerpo
Tu a mis ojos
Despertaste antojos
Que no pretendía.
Nuestros cuerpo se acercaban
Se mareaba el intelecto
Y esa tarde del encuentro
Desatamos la pasión
Sin sucumbir al principio
Respetamos nuestro antojo.
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NIÑA GÉNEVIÈVE
Sabes mi niña adorada
que tu risa es porcelana,
o gentil melancolía
que mis silencios.
acompaña
Acércate a mi ensueño
-y perdona mi ansiedad-
es que quiero contarte un cuento
que brota del sentimiento
y que hoy es solo verbo
que transito desierto
y que se escapa.
«Érase algunos años
en otra tierra y lugar
en que tuve afanes de niño
luego vino la pubertad
y caminaba solitario,
los senderos de mi edad.
Y aunque triste mi camino
lo caminé pensativo,
con mis lágrimas de alquitrán.
Entonces escribía versos
recitaba estrofas
y enamorado de vosotras
deletreaba mis olvidos.
Un día de lluvia triste
-hoy melancólica nieve-
la vi venir, te dejé pasar.
Pero en la vida fue menester
que me aparentara
y que a mi vida llegaran
tres hijos que adoro.
Pero mi niña … ¿Y el amor?
siempre me pareció esquivo.
Hoy vuelves a pasar
y como burlas al andar
apareces en mi ocaso.
Te vi venir, te puedo hablar
te tengo frente a mí
y te he querido a ti contar
que érase algún tiempo atrás
viniendo tú a mí
te dejé pasar.
FILLE GÉNEVIÈVE
Tu sais ma fille bien aimée
que ton rire est de la porcelaine
Géneviève ma fille,
qui accompagne mes silences.
Approche toi à mes rêveries
-Pardonne- moi mon anxiété-
Est ce que je veux te raconter une histoire
qui vienne de mes souvenirs
et qu'aujourd'hui n'est que du verbe
que je parcours en solitude.
«Il était une fois
dans une autre terre et dans d'autres endroits
J'ai eus des inquiétudes d'enfant,
ensuite se fut la puberté
et moi tout seul je marchais,
les sentiers de mon âge.
Même si mon chemin était triste
j'ai le marché pensif
avec ma plume à goudron.
Alors j’écrivais des vers,
exposait des strophes
et amoureux de toutes
j’ai épelait mes oublies.
Un jour d’intense pluie
-Aujourd’hui mélancolique neige-
je l’ai vu venir, je t’ai laisse partir.
Mais, dans la vie, il fut nécessaire
Il que je me marierai
et que a ma vie arrivèrent
trois enfants que j’adore.
Mais ma fille… ¿Et l’amour?
il m'a toujours paru revêche.
Aujourd'hui, toi tu passes à nouveau
et comme mystifications en marchant
tu apparais dans mon abrègement.
Je t'ai vu venir, je peux même te parler
toi tu est en face de moi
et je t'ai voulue compter
quIl fut un certain temps
en venant à à moi
je t'ai laissé passer.
Derechos reservados © Monsieur James
Québec, 11 febrero 9:30 hrs.
A DINA BELLRHAM
OSCAR SENTIMENTAL
Amo tu vuelo
que liberó de alfileres
tu garganta.
Amo la cuerda
que se hizo nudo
para que tu voz
fuera
ala
pájaro.
Amo el verso hecho llaga
que descansa
en la antología
de la tierra profunda.
Amo tu sosegado alboroto
que me brinda tu paz
y vuelve inquieto
mi descanso.
Ama mi ocaso
el polvo que no fuimos
el virtual beso
que siendo ansiedad
descansa en paz,
entre tus huesos.
Derechos Reservados © Monsieur James
Miércoles 8 de febrero 2012
Québec, 9 :17 horas.
OSCAR ENAMORADO
Tienes senos de algodón
destellos de golondrina
perfumes de almidón
en tus enaguas.
Invistes labios de perdón
por los besos que te doy
cuando te amo.
Llevas aromada tu piel
de lavandas y clavel
en tu cuerpo desnudo.
Y eres princesa de un Rey
que se muere por tu piel
tus enaguas tu almidón
y tus gorriones erectos.
Mujercita de papel
mi verso se enamora
por el dulce virginal
de tus demoras.
Y en mi dulce soledad
con el ruido del agua
besaré el fanal
que te recuerda.
Derechos Reservados © Monsieur James
Miércoles 8 de febrero 2012
Québec, 10 :03 horas.
BESO CAMINADOR
El primer beso fue a un pezón
nutriente y generoso
que ha devorado distancias
en su glorioso caminar
caminar glorioso para un:
BESO CAMINADOR
Beso húmedo y confites
honor para mí tu invite;
ven mujer y juega
a juntar los labios.
Cierra los ojos, déjate querer
que no existe mayor placer
que el de un beso apasionado.
Beso caminador
quema mi piel
de alboradas.
Busco la miel de tu boca
bajo el calor de tu lecho
Bésame en el origen
con ese beso largo
de la Creación.
Pecho y pezón
Amén
Derechos Reservados © Monsieur James
BRIGITTE
Tramitaba algunos asuntos pendientes en la Maison d’hébergement, un centro parecido a un asilo de ancianos, pero que además otorga muchos servicios ligados a la salud y el bienestar de los adultos mayores. Mi madre había cumplido ya los cien años y no era lógico que siguiera viviendo bajo mis descuidados cuidados. No era bueno para mi salud, ni tampoco para ella. Aunque, debo reconocerlo con mayúsculas, que los servicios normales de asistencia social cubrían más incluso de lo estrictamente esencial y básico que podían ofrecerme como ayuda y que se centraba en el aseo personal de Adriana y un día por semana en que me permitían un feriado de cuatro horas. Asueto que generalmente ocupaba para completar las necesidades en alimentos y otras urgencias acumuladas durante el transcurso de la semana.
El lugar aunque deprimente, puesto que el estado de salud de las beneficiarias era bastante deficiente incluso comparado con el de mi madre, y algunas enfermedades obraban ya los últimos hálitos de vida en muchos de ellos, no es menos cierto que la atención era bastante eficiente y el personal increíblemente sensible, cariñoso y atento en su trato cotidiano con los ancianos y ancianas que lo frecuentaban.
—Para completar la parte administrativa y de caja, diríjase directamente al bureau de madame Caron, me advirtió Johanne Dion, responsable de la visita al lugar y de dar a conocer las particularidades de los servicios allí otorgados; de mostrar y presentar al personal responsable de las distintas areas de servicio y del recibimiento y bienvenida los nuevos inquilinos.
Luego de indicarme la oficina, se retiró a continuar con sus ocupaciones de todos los días.
La puerta de la oficina de madame Caron estaba entreabierta, di unos golpecitos discretos y delicadamente me acerqué ya bastante satisfecho con la primera entrevista.
—Bonjour madame Caron, dije en mi mejor francés.
—Brigitte, me corrigió en el acto, mi nombre de pila es Brigitte, repitió enseguida, ¿en qué puedo ser útil ? inquirió.
—El aroma que la envolvía, más una mirada franca y una sonrisa dulce me paralizaron un par de segundos, y para salirme del impasse, repetí con toda mi sabiduría don juanina, …Mon Dieu, vous êtes si belle! En un gesto automático le tomé la mano y la besé (la mano) el momento fue mágico, un ligero y encantador rubor encendió sus mejillas.
—Vous êtes tout un gentleman, mon cher monsieur… Santos, respondí de inmediato, mais vous pouvez m’appeller, Alfonso, que es también mi nombre de pila. Sin darme cuenta, no le había soltado la mano y no se la habría soltado jamás.
Fue tan evidente mi ansiedad, que Brigitte me dijo, —J’aime les hommes qui savent ceux qu’ils veulent. No pude aguantarme y volví a besar su mano.
Cordialmente entonces me explicó el sinnúmero de autorizaciones que debía firmar, los documentos que tenía que hacer llegar, los certificados, permisos, extranjerías etcétera, etcétera….
Terminado el protocolo, le dije que había quedado encantado del afortunado encuentro, que aunque de carácter administrativo, había sentido una agradable y sorprendente sensación de conocerla de toda una vida. Al despedirme, probablemente por continuidad o sensaciones encontradas, me estiró la mano la que no vacilé en besarla, esta vez con un poco más de entusiasmo. Me miró de sus grandes ojos claros y agradeció probablemente mi don charmeur y sentí como un susurro ese à la prochaine, chèr Alfonsó.
Salí muy satisfecho en general, de lo que sería de ahora en adelante el refugio de Adriana, sin ocultar la tremenda alegría que me había proporcionado ese particular encuentro con Brigitte y la oportunidad cierta de volver a reencontrarnos en razón, al menos, de aquella necesaria parafernalia administrativa.
Desde el ingreso de Adriana, hasta un día de diciembre en que celebraron anticipadamente las fiestas de Noel o pascua a los residentes, no había tenido la oportunidad de conocer a Brigitte en su dimensión social y humana. Ese día con gran orgullo, debo decirlo mi madre era la viejita que acaparaba todas las miradas y atenciones, se manejaba con una energía casi increíble pese a sus cien años y medio. Entre viejo pascuero, la música y la enorme alegría que reinaba en el ambiente, apareció Brigitte. ¡Madrecita mía! vestía sensualmente de negro y bailando en medio de la pista solita, (es decir yo no veía a nadie más que a ella) Me fijé en el movimiento perfecto de sus caderas, en la perfección de sus formas y en la belleza que irradiaba su profunda alegría.
Sin darme cuenta, (como dijo mi sobrino en alguna oportunidad) estaba bailando nada menos que un sabroso Twist interpretado magistralmente por el músico y todo su atuendo tecnológico que lo acompañaba.
Rejuvenecí hasta menos de su edad, que no podría pasar los cuarenta, estaba maravillado. Al finalizar el baile la tomé del talle, ella apoyó su mano en mi hombro y estuvimos por un buen momento en esa posición. Un segundo, medio minuto, en fin una deliciosa eternidad.
Ella volvió a la pista y yo a mi cruda realidad. Transpiraba y todas las razones eran buenas. Terminada la fiesta, volví a casa envuelto en su perfume, soñando todas dulzuras de este mundo y procreando en mis pensamientos aquella juventud, que de improviso, tanto se añora.
No, no volví a hablar con ella, hasta que se produciría un hecho extraño.
Un día como otros llegué a visitar a mi madrecita, no sin antes hacerme llamar por la enfermera jefa del lugar la que sin preámbulos me lanzó a la cara… Est ce que c’est vraie que votre mamam à juger par la reaction enfantine de votre petite amie, a eu peur du gros monsieur qui lui fut présentée par Brigitte lors de la fête de Noel? Había olvidado yo ese momento, al que no le presté la atención debida, y en la que mi compañera había sido la protagonista… Je ne crois pas, Martine respondí… Moi non plus, ajoutat Martine, mais Brigitte est bien triste et pené par cet situation…
Me subió el calor a la cabeza, mi Brigitte se había sentido culpable de un incidente sin importancia.
Tenía que reparar de alguna manera ese contratiempo. Al salir de la oficina de Martine, naturalmente me dirigí de inmediato a encontrarme con mi bella muchacha. Confieso que hasta ese momento, nunca pretendí absolutamente nada que se saliera de las normas de comportamiento. Al entrar, se sorprendió un poco de mi turbación y la rapidez con la quise disculpar dicho incidente.
Al momento de referir el objeto de mi presencia, su tez se sonrosó y una lagrimilla asomó en su delicado rostro a tiempo que se abalanzó hacia mí para disculparse nuevamente del supuesto mal entendido que se habría producido sin que jamás yo me diera por aludido.
Le tomé las manos y le rogué que se calmara, sequé su incipiente lágrima y la llevé a mi boca en un gesto de atrevido acto de humildad. Ta larme est la mienne Brigitte, y quien tiene realmente que disculpar el hecho, del que hoy me entero, ese soy yo, tú sólo hiciste un gesto de exquisita bondad al querer presentarle a tu amigo que habla un poco español a mi madre, en circunstancias de…
Nuestras manos seguían delicadamente entrelazadas, en un momento de enternecedor encanto… En ese momento, por distracciones cotidianas se acabó la magia, el ruido del día y el ajetreo nos volvió a la dura y fría realidad. Dejamos, aquel mágico momento del teatro de la vida, en el que, muy a pesar nuestro, …la función debe continuar.
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