RADIO PIANO BAR

07 junio, 2012

BRIGITTE

Tramitaba algunos asuntos pendientes en la Maison d’hébergement, un centro parecido a un asilo de ancianos, pero que además otorga muchos servicios ligados a la salud y el bienestar de los adultos mayores. Mi madre había cumplido ya los cien años y no era lógico que siguiera viviendo bajo mis descuidados cuidados. No era bueno para mi salud, ni tampoco para ella. Aunque, debo reconocerlo con mayúsculas, que los servicios normales de asistencia social cubrían más incluso de lo estrictamente esencial y básico que podían ofrecerme como ayuda y que se centraba en el aseo personal de Adriana y un día por semana en que me permitían un feriado de cuatro horas. Asueto que generalmente ocupaba para completar las necesidades en alimentos y otras urgencias acumuladas durante el transcurso de la semana. El lugar aunque deprimente, puesto que el estado de salud de las beneficiarias era bastante deficiente incluso comparado con el de mi madre, y algunas enfermedades obraban ya los últimos hálitos de vida en muchos de ellos, no es menos cierto que la atención era bastante eficiente y el personal increíblemente sensible, cariñoso y atento en su trato cotidiano con los ancianos y ancianas que lo frecuentaban. —Para completar la parte administrativa y de caja, diríjase directamente al bureau de madame Caron, me advirtió Johanne Dion, responsable de la visita al lugar y de dar a conocer las particularidades de los servicios allí otorgados; de mostrar y presentar al personal responsable de las distintas areas de servicio y del recibimiento y bienvenida los nuevos inquilinos. Luego de indicarme la oficina, se retiró a continuar con sus ocupaciones de todos los días. La puerta de la oficina de madame Caron estaba entreabierta, di unos golpecitos discretos y delicadamente me acerqué ya bastante satisfecho con la primera entrevista. —Bonjour madame Caron, dije en mi mejor francés. —Brigitte, me corrigió en el acto, mi nombre de pila es Brigitte, repitió enseguida, ¿en qué puedo ser útil ? inquirió. —El aroma que la envolvía, más una mirada franca y una sonrisa dulce me paralizaron un par de segundos, y para salirme del impasse, repetí con toda mi sabiduría don juanina, …Mon Dieu, vous êtes si belle! En un gesto automático le tomé la mano y la besé (la mano) el momento fue mágico, un ligero y encantador rubor encendió sus mejillas. —Vous êtes tout un gentleman, mon cher monsieur… Santos, respondí de inmediato, mais vous pouvez m’appeller, Alfonso, que es también mi nombre de pila. Sin darme cuenta, no le había soltado la mano y no se la habría soltado jamás. Fue tan evidente mi ansiedad, que Brigitte me dijo, —J’aime les hommes qui savent ceux qu’ils veulent. No pude aguantarme y volví a besar su mano. Cordialmente entonces me explicó el sinnúmero de autorizaciones que debía firmar, los documentos que tenía que hacer llegar, los certificados, permisos, extranjerías etcétera, etcétera…. Terminado el protocolo, le dije que había quedado encantado del afortunado encuentro, que aunque de carácter administrativo, había sentido una agradable y sorprendente sensación de conocerla de toda una vida. Al despedirme, probablemente por continuidad o sensaciones encontradas, me estiró la mano la que no vacilé en besarla, esta vez con un poco más de entusiasmo. Me miró de sus grandes ojos claros y agradeció probablemente mi don charmeur y sentí como un susurro ese à la prochaine, chèr Alfonsó. Salí muy satisfecho en general, de lo que sería de ahora en adelante el refugio de Adriana, sin ocultar la tremenda alegría que me había proporcionado ese particular encuentro con Brigitte y la oportunidad cierta de volver a reencontrarnos en razón, al menos, de aquella necesaria parafernalia administrativa. Desde el ingreso de Adriana, hasta un día de diciembre en que celebraron anticipadamente las fiestas de Noel o pascua a los residentes, no había tenido la oportunidad de conocer a Brigitte en su dimensión social y humana. Ese día con gran orgullo, debo decirlo mi madre era la viejita que acaparaba todas las miradas y atenciones, se manejaba con una energía casi increíble pese a sus cien años y medio. Entre viejo pascuero, la música y la enorme alegría que reinaba en el ambiente, apareció Brigitte. ¡Madrecita mía! vestía sensualmente de negro y bailando en medio de la pista solita, (es decir yo no veía a nadie más que a ella) Me fijé en el movimiento perfecto de sus caderas, en la perfección de sus formas y en la belleza que irradiaba su profunda alegría. Sin darme cuenta, (como dijo mi sobrino en alguna oportunidad) estaba bailando nada menos que un sabroso Twist interpretado magistralmente por el músico y todo su atuendo tecnológico que lo acompañaba. Rejuvenecí hasta menos de su edad, que no podría pasar los cuarenta, estaba maravillado. Al finalizar el baile la tomé del talle, ella apoyó su mano en mi hombro y estuvimos por un buen momento en esa posición. Un segundo, medio minuto, en fin una deliciosa eternidad. Ella volvió a la pista y yo a mi cruda realidad. Transpiraba y todas las razones eran buenas. Terminada la fiesta, volví a casa envuelto en su perfume, soñando todas dulzuras de este mundo y procreando en mis pensamientos aquella juventud, que de improviso, tanto se añora. No, no volví a hablar con ella, hasta que se produciría un hecho extraño. Un día como otros llegué a visitar a mi madrecita, no sin antes hacerme llamar por la enfermera jefa del lugar la que sin preámbulos me lanzó a la cara… Est ce que c’est vraie que votre mamam à juger par la reaction enfantine de votre petite amie, a eu peur du gros monsieur qui lui fut présentée par Brigitte lors de la fête de Noel? Había olvidado yo ese momento, al que no le presté la atención debida, y en la que mi compañera había sido la protagonista… Je ne crois pas, Martine respondí… Moi non plus, ajoutat Martine, mais Brigitte est bien triste et pené par cet situation… Me subió el calor a la cabeza, mi Brigitte se había sentido culpable de un incidente sin importancia. Tenía que reparar de alguna manera ese contratiempo. Al salir de la oficina de Martine, naturalmente me dirigí de inmediato a encontrarme con mi bella muchacha. Confieso que hasta ese momento, nunca pretendí absolutamente nada que se saliera de las normas de comportamiento. Al entrar, se sorprendió un poco de mi turbación y la rapidez con la quise disculpar dicho incidente. Al momento de referir el objeto de mi presencia, su tez se sonrosó y una lagrimilla asomó en su delicado rostro a tiempo que se abalanzó hacia mí para disculparse nuevamente del supuesto mal entendido que se habría producido sin que jamás yo me diera por aludido. Le tomé las manos y le rogué que se calmara, sequé su incipiente lágrima y la llevé a mi boca en un gesto de atrevido acto de humildad. Ta larme est la mienne Brigitte, y quien tiene realmente que disculpar el hecho, del que hoy me entero, ese soy yo, tú sólo hiciste un gesto de exquisita bondad al querer presentarle a tu amigo que habla un poco español a mi madre, en circunstancias de… Nuestras manos seguían delicadamente entrelazadas, en un momento de enternecedor encanto… En ese momento, por distracciones cotidianas se acabó la magia, el ruido del día y el ajetreo nos volvió a la dura y fría realidad. Dejamos, aquel mágico momento del teatro de la vida, en el que, muy a pesar nuestro, …la función debe continuar. Derechos Reservados © Monsieur James

1 comentario:

Magdalena de la Fuente dijo...

jaime León editor y escritor chileno nos muestra su exquisita vena y fibra poética en Brigitte recomiendo leer a mi próximo Editor Chiñeno Canadiense Misterio James yo su amiga y escritora gaviota writer gull. Magdalena de la fuente. Mis webs www.escritoragaviota.com mis vídeos en www.youtube.com/escritoragaviota. Mi email. Es gaviotadeperu@hotmail.com.i teléfono 00511-967719241 Perú Miraflores Lima