RADIO PIANO BAR

07 junio, 2012

NOSTALGIAS LLAMAN NOSTALGÍAS

De la obra "EL PUTA MADRE" Tenía en mi mesa de trabajo un sinnúmero de hojas y pergaminos escritos con los que aún pretendo conformar un todo. Seguían un orden en el desorden de mis recuerdos y buscaba necesariamente el texto la que me permita el empujón para iniciar, posiblemente, el que fuere mi último sueño literario. No sabía si comenzar por lo último escrito, y luego volver al inicio. Lo digo porque una novela, recuerdo de la que todos hablaban como el mejor best sellers de la época, no terminaba de prenderme, hasta que por cansancio, se me ocurrió empezar por el último capítulo. Mis amigos escritores tenían razón. La novela en cuestión resultó cautivante y el final, realmente para leerlo varias veces. En eso estaba, releyendo casi al azar y de pronto mis ojos se vuelven a una frase que me llamó la atención y casi había olvidado… …caía la tarde en esa terraza y aunque todo parecía ajeno, sin embargo la nostalgia parecía obligarnos a mi comadre y a mí, buscar en algún lugar ese algo que nos aproximara del terruño del que nos habían obligado a migrar. La búsqueda no tardó en llegar, lo que en general no cambia en el universo de los hombres es ese cielo que carga con la luna y el sol y en cuyas noches, se pinta de estrellas. Era dura la tarde, pesaba la nostalgia y esa lágrima que parece secarse antes de nacer, se convirtió, sin darnos cuenta en un abrazo tierno, un beso en el pelo y mientras esperábamos a nuestras parejas que trabajaban en el hotel, con imagen de un Castillo, tomados de la mano, nos pusimos a caminar y a llenarnos los pulmones de suspiros puramente melancólicos. Casi, sin querer nos dimos cuenta que nuestra melancólica solidaridad nos había acercado un poco más de lo conveniente… Creo que nos desprendimos sin muchos deseos, pero menester era el hecho de volver a la horrible y cruenta realidad. En el mismo momento nuestras parejas, salían del Castillo Hotel y venían, como era la costumbre, a nuestro encuentro… Luego de recoger los niños de la guardería generalmente terminábamos comiendo juntos indistintamente en uno u otro departamento que por fortuna se encontraban en el mismo bloque o edificio. Los primeros días de esa aventura, fueron realmente duros, había que luchar con el idioma, la cultura, y el maldito trabajo del que no podíamos eximirnos por más que la fatiga a veces nos hiciera vulnerables y quisiéramos mandar todo al carajo. Ese día en particular, de todas maneras algo iba a cambiar en nuestras vidas. Nada que tuviera que ver con la rutina laboral, por supuesto, sino en esa familiaridad con que la tarde en aquella terraza nos había melancolizado el alma, si la de comadre y la mía. No pude evitar un dulce cosquilleo al tiempo de un extraño sentir. Al día siguiente, era mi comadre la que me recogía del restorán en donde lavaba la vajilla y desde allí nos dirigíamos a buscar a nuestras respectivas parejas. Drechos Reservados © Monsieur James

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