RADIO PIANO BAR

07 enero, 2011

CONVERSANDO CON JAVIERA

Javiera, sabes luego de recibir saludos de tu abuelo y saber que eres, por lógica su nieta, me has dado dos tremendas alegrías. Una, saber de “Morales” tu exquisito tata y por supuesto, el hecho de poder retroceder en el tiempo y permitirme, con un cierto grado de amistad, en fin, compartir contigo de aquellas cuitas que adornaron nuestras vidas, allí, sí, justamente en el mismo lugar en que después de más de 70 años vive tu abuelo y que tuvimos, quienes fuimos sus amigos, la alegría de compartir.

Entonces, aunque no siendo pintor, me gustaría dibujarte un poco aquel patio de esa casa enclavada en el Barrio Carrascal y que guarda tanto secretillos de nuestra juventud. Claro, hablo de ese patio de la casa de tu abuelo y que colindaba con el de mi propia casa.

Te parecerá extraño, hoy, sólo algunos años más tarde, todo me parece tan distinto, tan diferente y sin embargo…

Ese patio, Javiera, era en gran parte nuestro maravilloso universo. En él revivíamos cada curso de geografía, un poco de historia y todos aquellos sueños que de una u otra manera convertíamos en adorable realidad… ya te explico.

Aunque pequeño, en esa época, aquel patio nos parecía todo un territorio del que cada rincón nos revelaría más de un secreto.

Claro si en ocasiones era un valle, en otras inmensas colinas donde el paseo a caballo era, probablemente, el favorito. Pero no solo eran paseos, no Javierita, ya esa tierra , abierta a nuestra imaginación, debíamos protegerla de bandidos y gente mala. En verdad, de alguna forma recreábamos la película de jovencitos que, con mucha suerte seguíamos en el biógrafo de la parroquia, sagradamente los días sábados a la cuatro de la tarde y la silenciosa formación que recibíamos de nuestros padres, que era siempre estar del lado del bien y sobre todo de la justicia.
(la verdadera)

Entonces montábamos colosos e imaginarios alazanes y provisto de lo necesario salíamos a patrullar tanta llanura, tanto bosque, tanta pradera.

Lo necesario, por lo general eran sendas pistolas de palo, que era sin dudas lo más real en los sueños que perseguíamos. Vieras el juego de onomatopeyas que se producía en esas tierras de Dios, cuando debimos en tantas ocasiones enfrentarnos a inescrupulosos bandidos.

Ese entorno del patio era adornado cada día de una parafernalia, de acuerdo a los juegos elegidos. Entonces de ese bosque, todo podía quedar convertido, al día siguiente, sin más, en un tremendo Estadio, en que íbamos a recrear los mejores partidos mundialistas, en unas pichangas tan sabrosas, como el vaso de agua que iba a saciar nuestra sed, una vez que la batalla futbolera terminaba.

En otras ese patio podía ser la sede de los juegos panamericanos de atletismo, en esos tiempos pocos contaminados del “vedetismo” y el negocio del que son víctimas hoy en día, toda vez que con drogas se pretende llegar a la cúspide de la capacidad física de los “comercios” ambulantes en materia del mal llamado deporte.

Javierita, el Circo actual distrae a la opinión pública de todos los gravísimos problemas, y cualquier “reallity show” le permite a los administradores “léase politicastros” distraer la atención de un conglomerado cada vez mas individualista y competitivo de ciudadanos, de los verdaderos problemas que afectan nuestra cotidianidad.

En mi época de niño, nosotros quedábamos al margen de esos sucios subterfugios. Éramos niños y debíamos vivir como tales.

Si vieras, cuando convertíamos ese patio en “ring” de box, o en batallas campales de “palitos rústicos” como les llamó una de las vecinas, a los conos de papel lanzados a través de un tubo de cañería de cobre o pedazos de manguera, que cercenábamos como verdaderos delincuentes de la época.



¡Ah, Javierita! si te contara…

Ya vendrán otros capítulos, en los que te contaré lo que fue la calle, la moda, la música, los primeros e insipientes amores, en fin…

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