Felipe creció en el seno de una familia como muchas, y constató desde su edad de raciocinio, que su don natural no tendría una acogida muy entusiasta, digámosle de algún modo, en el modelo familiar, que, como en la mayoría de las linajes, estaba conceptuado por el arraigado catolicismo, y la inquebrantable fe, para solucionar todos los problemas que no tenían justificación aparente.
Entonces, era menos sorprendente hablar de apariciones de santos, al que por ende se le atribuía ciertos milagros o del mismísimo Don Sata, aceptado en los Sntos Oficios, como manifestaciones de orden mítico y relacionadas generalmente con voluntades divinas de seguir revelandose mediante símbolos, parábolas o simplemente visiones espontáneas, ya sea de luces, sonidos y toda la parafernalia que se utiliza en estos relatos, por cierto, no menos macabros.
Por esa razón Felipe mantuvo en estricto secreto, estos poderes, sabiendo de antemano que no tendrían sana acogida en su entorno y que, además, llegó a pensar y no sin razón, que así como estos dones aparecieron, podían buenamente desaparecer, sin dejar otro rastro que le mismísimo recuerdo para luego no pasar de historias imaginarias y/o de ficción, que podrían parecer más aceptables a un auditorio “normal”
Felipe por tanto, fue madurando al interior de un contexto de orden, solidaridad, y abrazando ciertos valores que los hizo propios. Bajo ese precepto, se dijo que ese “don” que poseía, debía utilizarlo a buen esciente.
Muchas oportunidades tuvo entonces de adelantarse a los hechos de sus visiones y sin meditarlo ni siquiera pensarlo, cada vez que fue menester abandonar su cuerpo físico, para evitar los accidentes del que era receptor, lo hacía de inmediato.
Hasta la edad de los 20 años, no pasaron de ser visiones, sin grandes proyecciones, por lo que pudo fácilmente mantenerse casi en un cierto anonimato, aunque algunos de sus últimos aciertos, ya empezaban a levantar ciertas sospechas.
Una de esas noches, en que abandonó su cuerpo, sobrevino un movimiento telúrico de proporciones. Sin espíritu, el cuerpo es solo una estructura mecánica, sin voluntad, un verdadero objeto que sigue funcionando por automatismo. Alarmados de no encontrarlo reunidos con todos, bajo los marcos de puertas, su padre corrió a su habitación y se encontró entonces con un cuerpo aparentemente sin vida. Iba a gritar horrorizado, al mismo tiempo que se daba cuenta que, aunque levemente, sus sentidos aún eran escasamente perceptibles. La paradoja, es que presintió que ese temblor, causaría daños irreparables, en la persona de un individuo, incapacitado físicamente, y que habitaba una casona antigua, en bastante mal estado de conservación. Una vez que puso al individuo a salvo, regresó a su lecho, un tanto sonriente, pensando en que ahora debería, probablemente él mismo ponerse a salvo. Ahí se percató que su padre, hacía enormes esfuerzos por despertarlo. Simuló lo mejor que pudo, un profundo sueño, lo que devolvió el “alma al cuerpo” esta vez a su padre.
En dos otras oportunidades, lo encontraron en ese mismo estado, con el agravante que era de día; una en posición de estar leyendo o estudiando y la segunda con el celular en la mano y completamente “ido” razón de decirlo.
Al principio, pensaron se trataba de alguna enfermedad, como un cierto tipo de epilepsia síncopes, vahídos o simplemente desmayos. Aunque la duda persistía, pues que cada vez que se separaba de su cuerpo, no había ningún asomo de convulsiones propias de la enfermedad, pero sí, seguidas de un sueño que lo perdía en la más profunda de las inconciencias.
Fue así que al cabo de cierto tiempo, alarmados por este comportamiento que escapaba a toda lógica paterna-materna, decidieron someterlo a algunos exámenes, a los que él, para no levantar sospechas de lo que no podía todavía revelar, aceptó casi con un tono de alivio. Agreguemos que Felipe, aparte de los efectos sufridos por su voluntad irrenunciable de separarse del cuerpo cuando lo exigían sus visiones, gozaba de muy buena salud.
¿Cuál sería su estrategia entonces?… Pues la única, contar la verdad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario