Ya me ves de nuevo a tus plantas, esta vez sin ruegos ni plegarias, que en este momento pudieran distraerme de mi objetivo. Eres el Padre y vengo a conversar contigo, como es corriente que lo haga, pero esta vez no son mis odiosos egos, ni mis agobios, te lo prometo. Quiero platicar contigo con respecto a un asunto muy puntual. No, no creas que vengo con el susodicho cliché que querer cargarte los dados, más bien vengo a buscar una respuesta, si es que soy capaz de comprenderla, desde luego, acerca de un asunto delicado y que dice relación con la desaparición de Zani Mandela, bisnieta de este hombre símbolo, Nelson Mandela. en un momento tan inoportuno y de tanta importancia para todo un continente.
Cuando yo vine al mundo en 1942 el ya se hacía abogado y su vida la consagro a la lucha contra la opresión de los negros sudafricanos. Creo debiste ayudarlo, pero digamos que forma parte de esas cosas que la gran mayoría de los humanos debemos dejar a los designios de la fe. Desgraciadamente para él y su país, en 1948, institucionalizada la segregación racial, el Partido Nacional creo el régimen del apartheid. En ese momento, bajo inspiración de otro gran líder de la humanidad, Gandhi, propugnaba también métodos de lucha no violentos y Mandela organizaba campañas de desobediencia civil contra las leyes segregacionistas. Bueno, tienes razón, finalmente, el enorme líder sudafricano, a pesar de todos los años de sufrimiento y privado de libertad, terminó creando en Sudáfrica un modelo de convivencia. Bravo por eso, sin dudas, eres artífice de este ejemplo o parábola de la modernidad.
Pero mi enorme pena y no solo la mía, creo que es un sentimiento universal de tus hijos, es ése tan triste e inmerecido, como la desaparición de esa niña su bisnieta y que priva a Mandela, no solo de su regalona sino el de asistir a un evento de importancia mundial, que se lleva a cabo en su propia casa y del cual él es el principal artífice…
Terminaba ya este diálogo contigo, y de pronto una luz y una paz, viene a darme nueva esperanza en la fe. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
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