Estaba en la década de los 50-60, en que, como ya sabemos, el aprendizaje de memoria era casi sin discusión. En ese período de tiempo, no parecía necesario el porqué de las cosas, mejor era repetir como loro. Hoy sería intolerable, inaceptable como ya lo acotó un parroquiano en este “Monólogo I” que se convirtió, afortunadamente, en una tertulia de amigos.
Lo interesante es que estas divagaciones sobre nuestras historias pasadas no dan paso a discusiones que podrían volver la discusión por momentos tensa o tediosa, el que quiere se acerca con su café, escucha, aporta y así alimentamos la amistad y profundizamos nuestros conocimientos.
Yo viví un momento muy especial y que de alguna manera ha encauzado el todo, de este paquete de huesos, barba y “vejestud” (vivir la vejez en buena salud) con, pero, sin tanto: colesterol por ejemplo, con una poncherita casi dijéramos sexy para la edad y disminuida ya las exageraciones, de tabaco, alcohol, frituras y todo ese fantástico aluvión de manjares inolvidables. Nos llegó entonces la edad de la moderación. Para algunos menos duro que para otros pero en fin espero que para todos, soportables.
Vengamos a la idea principal, cuando digo “momento muy especial” bueno nací en Chile y en Chile somos chilenos y el chileno, al menos de ciudad, es clasista “par default”, como diríamos ahora, entonces dentro de ese contexto, a pesar de encontrarnos viviendo en una misma población, de todas formas había que, y a todo precio, marcar las diferencias.
A la época, no era cuestión de pesos más o pesos menos, porque si así hubiera sido, el factor económico nos había situado muy por debajo del estrictamente atávico o familiar. Aquí entraban a tallar los apellidos, las alcurnias y la procedencia.
Lo risible de todo esto, era que un Ingeniero de apellido González o un médico Soto, formaban parte de esos bichos raros y su carrera al reconocimiento profesional era mucho más ardua que un fanasioso Dr. Pedro Ladrón de Guevara y Echenique, por ejemplo.
Volvamos al sujeto, la población en cuestión fue construida para la “clase media” a secas y dentro de esa clase media, había en general empleados de oficina, que cumplían horarios de oficina y debían vestirse de terno y corbata. También había profesionales de bajo monto, como estaban catalogados en la época, y no quiero herir a nadie con estas rancias estupideces de antaño y que, por indómita y estúpida ignorancia, continúan que es un asco en nuestras sociedades de hoy. Así entonces teníamos afortunadamente “el practicante” o auxiliar de la salud, que para redondear sus fines de mes, que era tarea de casi todos, pues ofrecía sus servicios entre el vecindario, y todos muy contentos por cierto. En suma, fueron los años en que las vacunas y la famosa penicilina revolucionaban las ciencias médicas. Así nuestro amable “practicante” conocía las nalgas de toda la población.
El caso es que, entonces se producían los esquemas que dieron paso a aquel dicho tan conocido “dime con quien andas y te diré quien eres” ¡qué huevadas tan espeluznantes!, amigos. Así no todos podían ser amigos de todos, aunque el rigor del saludo y quitarse el sombrero era, muy mono, pero de una hipocresía intolerable. Haciendo un paréntesis que se daba bastante, diré que incuso los caballeros adultos, tenían esa solemnidad al saludar de levarse la mano al ala del sombrero si se trataba de inferiores en su rango, y o a los jóvenes del recinto habitacional. Entonces cuando Don Juan Ortiz nos saludaba con una sonrisa de oreja a oreja, desde la vereda del frente, nosotros y cada uno respondía entre dientes, “buenos días viejo tal por cual”…
De esa manera, nosotros no pudimos ser nunca amigos de los vecinos más próximos que eran los González, tampoco de los Lastra y en fin… para que seguir. Tampoco frecuentábamos las escuelas públicas, y eran muy cuidadosos a la hora de la vestimenta. El terno, la camisa y los zapatos incluyendo los calcetines, debían durar y durar como nuevos, impecables. Gracias a Dios que para ir al colegio existía el uniforme. Claro el de la Escuela pública también se diferenciaba de los colegios particulares. Es decir los Sotos, González etcétera, etcétera frecuentaban Escuelas Públicas, en cambio nosotros y lo de nuestro nivel, Colegios particulares.
¡Dios qué tanta tontera! ¿verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario