
Me asomé a la ventana inquieto
con el embrujo de verte aparecer
te juro: no había nadie en la vereda
solo estrellas vi al amanecer.
Amanecí mudo y taciturno
había humedad en mi inquietud
y ya culpo mi tierna vejestud
del descuido lozano de tu voz.
Ya es mediodía y no te veo
ni el ring ring de mi ansiedad
escucho hablar
será mi Dios que decidiste
al peregrino, al blasfemario
al infame al guerrero
lujurioso aventurero
en tus cuitas, olvidar.
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