
Nadie retiene un espanto de huesos
Ni los sueños ni las alamedas
Ni las calles con sus veredas
Que adornaron pretérito andar.
Los senderos son extraños
Te separan del camino
Y sintiendo como un niño
Transformado por los años
El amor no ha sido en vano
Y está de vuelta en la ventana.
Y en la terca soledad
Mocedad despierta ganas
Y las caricias de espiga
Le violentan y laceran
Y vuelve el dolor nupcial
A violarle las estepas.
Entra en si niña de trigo
De pezones y de olvidos
A compensar en la vejez
Con fragante desnudez
Embriagarle los sentidos.
Y renace así el amor
De entre todos los olvidos.
1 comentario:
VOLVER AMOR es un poema de Jaime León Cuadra; el mismo consta de 21 versos y cinco estrofas, la primera de las cuales consta de 4 versos, de seis la segunda y la tercera, y de cinco y dos versos las estrofas cuarta y quinta.
Decía Huidobro que el poeta es un pequeño dios, siguiente la expresión que escuchó en la fabula indígena americana, y como ente o creación suya que es el poema, no siempre el yo del poema es el propio, sino que puede que su oído esté, en ese instante, conectándonos al inconsciente colectivo como lo hizo Huidobro en su Arte poética
En fin, los versos van desde 11 o 12 hasta 9, 8 y 7silabas; es decir, que se trata de un poema de versos libres donde también la rima es, también, libérrima, o sea, al capricho de la inspiración, y no según el molde clásico o retórico, por lo que lo ubicamos a VOLVER AMOR como un poema vanguardista posmodernista.
VOLVER AMOR, inicia con este verso: “Nadie retiene un espanto de huesos”, un verso vigoroso que nos recuerda esa erección que suele experimentarse en la vejez.
El poeta es consciente de que bajo esas condiciones, que puede experimentarse por última vez, y como campeón sexual que fue en su meridiano de gran alegreo, por esos “Los senderos son extraños /Te separan del camino”, que apartan al hombre del camino mangánico, y sobre todo ante esa viagra natural que constituye la “Mocedad despierta ganas”, “Y en soledad”, o sea, en la tercera edad, o flor de la vejez, pues “Entra en si niña de trigo /De pezones y de olvidos / A compensar en la vejez “.
Volver amor, entonces, aprehende el esfuerzo último y sincero de esos hombres en la tercera soledad que, ciertamente, ven que “Ni los sueños ni las alamedas / Ni las calles con sus veredas / Que adornaron pretérito andar”/ le retienen ese “espanto de huesos”, a pesar de “las caricias de espinas” o arrugadas ante la bella húmeda de gracia que se le ofrece, quizás para que a su memoria vuelva con dolor “el dolor nupcial”, que “Le violentan y laceran” como a violadas estepas.
“Y renace así el amor” grita finalmente el poeta,“De entre todos los olvidos”.
No sé; pienso yo ahora, a la tercera soledad, o sea, a la tercera estación de la vida de la persona humana, hombre o mujer, que son infancia, juventud y madurez, que las ha vivido en soledad, todo lo mismo, olvidado de sí mismo, quizás dado sólo a los otros o al trabajo, pero con ese levantón de huesos antes de entrar finalmente al invierno, ya, al final del verano, la vida se le ofrece como debió hacerlo al comienzo, en la segunda soledad, y “nadie retiene” la posibilidad de ese goce tantas veces soñado o deseado, aunque solo sea para sentir “el dolor nupcial” para ver morir el amor que así renace “de entre todos los olvidos”.
Abraham Mendez V.
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